lunes, 26 de noviembre de 2007

La oreja de Van Gogh

La primera noche tuvimos la suerte que no llegó ningún nuev@ compañer@ de pieza, por lo que descansamos como babys, y temprano en la mañana partimos a darnos una vuelta por el Mercado de las Flores del Canal de Singel. Aquí se encuentran desde bulbos de tulipanes negros hasta brotes de ese cactos denominado San Pedro ¡Pá quedarse un par de horas pegao! respirando aires holandeses.
De allí pasamos por la Leidseplein, una plaza del barrio meridional, aunque es mucho mejor verla de noche donde se llena de "cada loco con su tema" o "cuanto vale el show". Por el momento sólo pasamos por ahí porque era día de Museos e íbamos camino a los más importantes de Amsterdam. El frío nos paralizaba y una leve llovizna nos llevaba a encerrarnos en un lugar con calefa.

Pensamos en el Rijksmuseum, pero no estábamos motivados en quedarnos muchas horas con Rembrandt y el impresionismo. Con una buena foto del edificio neorenacentista (S. xx), nos bastaba.
A sólo unos pasos se encuentra uno de los mejores museos que hemos visitado, lo que es mucho decir, sólo por quebrarnos podemos nombrar al Louvre, el British, el Prado y el de Atenas. Quizás, el que este museo se centre en sólo un autor, y que mientras uno ve su obra se recorre su biografía, hacen que el van Gogh Museum sea un placer total e imperdible.
Es difícil entender cómo este supuesto epiléptico/bipolar fundó la pintura moderna, sin tener mucha idea de teoría pictórica y sólo durante los escasos diez años que duró su carrera... más encima, todo gracias a su hermano Theo, que le aguantó todas sus locuras y lo mantuvo la mayor parte de su vida (a todo esto no es tan verdad que no vendió ninguna de sus obras en vida, aunque casi las regaló).

Así nos enteramos que la razón para que Vincent pintara tantos autorretratos era que no tenía plata para pagarle a las modelos, así que se usaba él mismo para practicar cómo se hacían las caras. También supimos que se fue a vivir al sur de Francia, a Arlés, donde intentó fundar una colonia de artistas en la que el pintor estrella invitado era Gauguin, a quién esperó durante mucho tiempo y le pintó cuadros para que se sintiera a gusto (mmm). Sin embargo, cuando finalmente llegó, comenzaron las peleas y sólo a los tres meses de "convivencia" se produjo el famoso incidente de la oreja, o para ser más exactos, del lóbulo de la oreja.

La verdad es que el museo es absolutamente recomendable. A nosotros nos llevó más de tres horas la visita, y eso que no es muy grande. Cuando finalmente terminamos de deleitarnos con las pinceladas de este artista, sólo nos quedaba mandar la Videopostal obligatoria de los lugares top. Aquí va la del van Gogh Museum.

De allí quisimos ir a la Heinecken Experience, el museo de la Heinecken, pero los malditos la tienen cerrada hasta el 2008 para hacer algo cototo... Igual ahora no nos importa tanto porque sabemos que la cerveza Heinecken no es la más top que se puede tomar en Amsterdam, pero en ese momento fue bastante frustrante.

Así que para compensar, obligados a contentarnos con unas chelas en un bar, donde "La Chouffe", una cerveza de lujo por lo fresca y chispeante, la lleva. Ahí nos acordamos de toda la tradición chelísticas de estos holandeses, la que más adelante nos llevaría a extremos.

Y mientras estábamos en eso, de paseo por aquí y por allá, nos dimos cuenta que en Amsterdam no hay tacos de autos sino de Bicicletas, por lo que obviamente le sacamos una buena foto.

También pasamos por otro bar: el GreenHouse que ha ganado hartos premios, aunque la verdad tiene un ambiente algo "trance" que llega a molestar porque hace perderse las gracias de esta bellísima ciudad. Así, con nuevas energías nos dedicamos a hacer un recorrido por los canales de noche.

En nuestro paseo volvimos a encontrarnos con los zapatos de madera que ya habíamos conocido en Cantabria... ¡¡Cómo navegaban estos wones!!. Acá no tienen toperoles, pero también son característicos de la zona, y los usan harto para el turismo. Obviamente nos metimos en cuanto zapato encontramos.








De allí fuimos a sacarle unas fotos a la Station Centraal, donde llegan todos los trenes de Amsterdam. La única lata es que están arreglando los alrededores, entonces la cosa no tira tanta pinta como debería. Bueno, al final, y como de costumbre, seguimos caminando, perdiéndonos por las calles, llegando de pronto y sin proponérnoslo a los puentes levadizos, el Barrio Rojo, la Plaza Dam... Y como andábamos de paseo, nos las dimos de fotografos (sorry Gio) y tratamos de darle a la arquitectura, el canal y la bici
¡¡Estamos en Amsterdam!!

Para cerrar el día sólo quedaba conocer los resultados de las apuestas que habíamos estado haciendo desde la mañana: ¿esta vez, tendríamos compañe@s de pieza?

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