lunes, 26 de noviembre de 2007

La venecia del Norte

Y partimos a Amsterdam.

La verdad es que no estábamos muy seguros de este paseo porque pronto se venía el viaje a Chile y resultaba bien pesado, pero al final estábamos tan apestados en Salamanca que por salud mental necesitábamos airearnos un poco... Y fue la mejor decisión
¡¡Qué mejor que llegar a Chile quebrándose que hace un par de semanas estábamos en la ribera del Amstel!!

Conseguimos un viaje bien barato por Vueling, que salía a las 6 de la mañana de Madrid, así que la aventura partió con nosotros acarreando unas bancas en Barajas para armar una cama en el aeropuerto y poder descansar un ratito antes del viaje. Ojo que a las famosas bancas le ponen reposa brazos para que la gente no duerma en ellas y no afee la T4, pero como buenos chilenos que somos, encontramos la pillería y logramos reposar nuestros cuerpecitos pasándonos por la raja los intereses estéticos de la "Madre Patria".

El vuelo sin problemas y la llegada a Schiphol, sin novedad....hasta que nos bajamos en la Station Centraal y pudimos ver cómo es Amsterdam.
Nadie nos había logrado transmitir lo lindo que es... La gente habla de los Coffee Shop y el Barrio Rojo, pero nadie dice que los edificios y casas flaquitas son como de cuento; que hay miles de canales con cientos de casas flotantes, y que la gente, desde señoras elegantes de 80 años, ejecutivos, y hasta mujeres con un par de niños instalados en un canastito, todos se transportan en bicicletas. Todas estas cosas le dan una onda impresionante a la Venecia del Norte.
Inmediatamente decidimos no comprar la Iamsterdam-card y recorrer la ciudad siempre a pie, así nos fuimos andando al hostal pasando por el Mercado de las Flores, que está instalado flotando sobre el Singel. Lo encontramos por casualidad caminando hacia nuestro hostal, pero tendríamos que esperar hasta el día siguiente para conocerlo por dentro...
También pasamos por la Plaza Dam, punto de encuentro para todos los visitantes de esta ciudad, donde se encuentra el Koninklijk Paleis o Palacio Real, construido entre 1648 y 1655 en estilo neoclásico. En él se pueden ver figuras que representan las ciudades del mundo ofreciendo sus mercancías a un figura femenina que representa Amsterdam, lo cual intenta graficar la importancia comercial que la ciudad tuvo en su Época Dorada. Los holandeses son y han sido mercaderes y esa es una de sus gracias.
Luego de dejar nuestra maleta en el Hostal Granada (bien ubicado, desayuno increíble, pero pieza enana, compartida con diversos roncadores, baño también compartido y bastante hediondo), partimos a la Casa de Ana Frank. Era obligatorio ir ese día porque era el último en que se podría visitar la casa con el famoso árbol que miraba Ana desde su ventana. Al día siguiente sería derribado por viejo.
En el camino nos fuimos fascinados mirando las calles, la gente, los tranvías... sacándonos fotos como huasos en cada nuevo canal, con cada barco-casa, con las bicicletas... Eso sí, perdidísimos porque es imposible pronunciar los nombres de las calles y cuando uno termina de leer el mapa ya es incapaz de reproducir lo leído.
Gracias a nuestro buen instinto de turistas logramos llegar a Westerkerk, una de las iglesias más grandes de las ciudad, que representa el triunfo del calvinismo sobre el catolicismo. Menos mal que quedaba al lado de la casa de Ana Frank. De la Casa de Ana Frank, ninguno de los dos recordaba muchos detalles del libro. Nos imaginábamos a la familia encerrada detrás de un clóset, apretados y oscuros. Pero no era tan así.... menos mal que las 8 personas que estuvieron más 2 años escondidos, tuvieron algo de tiempo para preparar el lugar, habilitar un par de piezas, una especie de cocina y un baño. Igual, esto no quita que la cuestión fue bien terrible y que Ana era una cabra bien talentosa, que murió en un campo de concentración sólo unas semanas antes que el lugar fuera liberado por los ingleses. Sólo su padre sobrevivió de los ocho que estaban escondidos... alguien los delató, todavía nos se sabe quién... sapos siempre ha habido y los habrá.

Al terminar la visita al Museo, descubrimos que por estos días la última moda en términos turísticos es algo así como una "Videopostal". La idea es que en los lugares de interés se instalan computadores para que los turistas puedan mandar vídeos y así sacarles pica a los amigos. Pero como no recordábamos los correos de casi nadie, nos mandamos el vídeo a nosotros mismos... Se nota a la legua como nos quieren las cámaras (aunque no los micrófonos, que sólo grabaron un shhhhhh).

También pudimos dejar una hoja en el árbol virtual que reemplazará al derribado, una buena opción para perpetuar el árbol, aunque los vecinos de la casa de los Frank no estaban muy de acuerdo con la tala: ponían letreros que decían que el vegetal estaba sanito...

Esta es una foto desde la puerta del Museo de Ana Frank, donde se ve el correspondiente canal y una de sus casas flotantes. Esta es de las más turísticas, pero hay otras personas que viven en barcos bastante chicos y a punto de hundirse. Existen miles de casas en los canales de Amsterdam, como el 80% ilegales, por lo que no tienen agua, luz ni alcantarillado.

Aquí otra foto de los canales, los puentes, las calles, las casas... es que no somos capaces de seleccionar las mejores

¡NOS GUSTAN TODAS!

De ahí, nos perdimos otro rato por las calles hasta que llegamos a un estacionamiento de bicicletas cercano a la Station Centraal que no pudimos dejar de fotografiar (tres pisos only for bikes). No sabemos si la gente logra ubicar la bici que estacionó o si la deja ahí y luego se lleva cualquiera, porque nos parece imposible lograr ubicar tu bici en esas condiciones... Tal vez por eso, algunos acostumbran enchular la bici, con pasto sintético en la parrilla, canastitos con flores, colores diferentes, etc.Ojo que acá no se lleva la Mountain Bike ni nada muy parafernálico, sino que usan una especie de mediapista o algo parecido, con asiento durísimo e, imprescindible, bocina del tipo timbre. La sencillez de las bicis debe ser porque se las roban a cada rato, se caen a los canales o quizás porque la gente olvida dónde las estacionan. De hecho, encontramos miles de bicicletas medias oxidadas, amarradas a algún poste hace años y con claros signos de abandono... Y lo del timbre, es imprescindible porque entre el caos de bicicletas, tranvías, autos, metro (que pasa por las calles) y turistas perdidos mirando para cualquier lado y otros volando, es inevitable andar haciendo sonar la bocina cada media cuadra.

Luego de tanta caminata, decidimos pasar por el Rock café, a tomarnos unas cervezas entre guitarras de famosos colgadas en las paredes (Sambora, Frehley, Young, Richards...), y así reponernos del largo día de paseo. No era muy tarde, pero estábamos muertos y como allá se oscurece temprano, teníamos la sensación de andar carreteando... sólo que eran las 5 de la tarde.

Ya repuestos, pensamos que era buen momento para nuestro primer encuentro con el Barrio Rojo o De Wallen. Recorrimos sus calles y nos paseamos entre prostitutas en vitrinas y promociones de marihuana en cada esquina, olor a pito por donde fuera y policías haciendo su ronda... todo sin contradicciones. Aunque suene raro, igual había traficas entremedio del museo del hachis, del erotismo y el sexo (que no valen la pena).

Sobre los Coffee Shop, resultan bastante pegados (onda punchi-punchi- ashiii) y la mayoría sin posibilidad de comprarse un copete adentro (sirven café, té especiales y jugos naturales). Además, se nota que los que acostumbran a visitar estos sitios son puros turistas, que con su tarjeta thc-VIP colgada al cuello, recorren diferentes locales y no se la sacan ni pá ir al museo (ashiii!!). El buen Amsterdanés compra su cuete y se va rapidito... en bici.

Algo más entretenidas son las tiendas de drogas inteligentes y sus accesorios asociados, donde es posible encontrar diferentes tipos de hongos, cactos, pipas y hasta unos tanques de oxígeno (se supone que vaporizan las drogas para potenciar su efecto... ¡pá que más!). Estas drogas inteligentes son las naturales, las que son legales allí (Sn. Pedro, Peyote, Ayahuasca, Marihuana, setas, hongos...)

La idea de esta tolerancia (OJO ¡¡No es legal fumar en la calle ni tampoco las drogas duras!!), es que si se permiten las drogas blandas se limita el consumo de las más fuertes... lo que lleva a que las drogas blandas sean... Uffff!!!

Sobre las trabajadoras sexuales, esperábamos más espectacularidad en sus performances, cuerpos esculpidos, vitrinas encandilantes y un ambiente más glamoroso. En cambio, nos encontramos con unos cubículos enanos, iluminados como pieza de revelado de fotos, con instalaciones tipo camilla depilatoria, y unas servidoras con bastantes kilos y años de más (¿muy exigentes?). ¡¡Onda: cierran la cortina y a darle!!

Nos imaginamos que en otros horarios la cosa podría verse mejor, así que dejamos establecido en nuestro itinerario de los próximos días, visitar el Barrio Rojo en la mañana, el mediodía, la tarde y la noche....todo para un estudio detallado por supuesto, nada de andar copuchenteando.

Los Cisnes y putas del Barrio Rojo

La oreja de Van Gogh

La primera noche tuvimos la suerte que no llegó ningún nuev@ compañer@ de pieza, por lo que descansamos como babys, y temprano en la mañana partimos a darnos una vuelta por el Mercado de las Flores del Canal de Singel. Aquí se encuentran desde bulbos de tulipanes negros hasta brotes de ese cactos denominado San Pedro ¡Pá quedarse un par de horas pegao! respirando aires holandeses.
De allí pasamos por la Leidseplein, una plaza del barrio meridional, aunque es mucho mejor verla de noche donde se llena de "cada loco con su tema" o "cuanto vale el show". Por el momento sólo pasamos por ahí porque era día de Museos e íbamos camino a los más importantes de Amsterdam. El frío nos paralizaba y una leve llovizna nos llevaba a encerrarnos en un lugar con calefa.

Pensamos en el Rijksmuseum, pero no estábamos motivados en quedarnos muchas horas con Rembrandt y el impresionismo. Con una buena foto del edificio neorenacentista (S. xx), nos bastaba.
A sólo unos pasos se encuentra uno de los mejores museos que hemos visitado, lo que es mucho decir, sólo por quebrarnos podemos nombrar al Louvre, el British, el Prado y el de Atenas. Quizás, el que este museo se centre en sólo un autor, y que mientras uno ve su obra se recorre su biografía, hacen que el van Gogh Museum sea un placer total e imperdible.
Es difícil entender cómo este supuesto epiléptico/bipolar fundó la pintura moderna, sin tener mucha idea de teoría pictórica y sólo durante los escasos diez años que duró su carrera... más encima, todo gracias a su hermano Theo, que le aguantó todas sus locuras y lo mantuvo la mayor parte de su vida (a todo esto no es tan verdad que no vendió ninguna de sus obras en vida, aunque casi las regaló).

Así nos enteramos que la razón para que Vincent pintara tantos autorretratos era que no tenía plata para pagarle a las modelos, así que se usaba él mismo para practicar cómo se hacían las caras. También supimos que se fue a vivir al sur de Francia, a Arlés, donde intentó fundar una colonia de artistas en la que el pintor estrella invitado era Gauguin, a quién esperó durante mucho tiempo y le pintó cuadros para que se sintiera a gusto (mmm). Sin embargo, cuando finalmente llegó, comenzaron las peleas y sólo a los tres meses de "convivencia" se produjo el famoso incidente de la oreja, o para ser más exactos, del lóbulo de la oreja.

La verdad es que el museo es absolutamente recomendable. A nosotros nos llevó más de tres horas la visita, y eso que no es muy grande. Cuando finalmente terminamos de deleitarnos con las pinceladas de este artista, sólo nos quedaba mandar la Videopostal obligatoria de los lugares top. Aquí va la del van Gogh Museum.

De allí quisimos ir a la Heinecken Experience, el museo de la Heinecken, pero los malditos la tienen cerrada hasta el 2008 para hacer algo cototo... Igual ahora no nos importa tanto porque sabemos que la cerveza Heinecken no es la más top que se puede tomar en Amsterdam, pero en ese momento fue bastante frustrante.

Así que para compensar, obligados a contentarnos con unas chelas en un bar, donde "La Chouffe", una cerveza de lujo por lo fresca y chispeante, la lleva. Ahí nos acordamos de toda la tradición chelísticas de estos holandeses, la que más adelante nos llevaría a extremos.

Y mientras estábamos en eso, de paseo por aquí y por allá, nos dimos cuenta que en Amsterdam no hay tacos de autos sino de Bicicletas, por lo que obviamente le sacamos una buena foto.

También pasamos por otro bar: el GreenHouse que ha ganado hartos premios, aunque la verdad tiene un ambiente algo "trance" que llega a molestar porque hace perderse las gracias de esta bellísima ciudad. Así, con nuevas energías nos dedicamos a hacer un recorrido por los canales de noche.

En nuestro paseo volvimos a encontrarnos con los zapatos de madera que ya habíamos conocido en Cantabria... ¡¡Cómo navegaban estos wones!!. Acá no tienen toperoles, pero también son característicos de la zona, y los usan harto para el turismo. Obviamente nos metimos en cuanto zapato encontramos.








De allí fuimos a sacarle unas fotos a la Station Centraal, donde llegan todos los trenes de Amsterdam. La única lata es que están arreglando los alrededores, entonces la cosa no tira tanta pinta como debería. Bueno, al final, y como de costumbre, seguimos caminando, perdiéndonos por las calles, llegando de pronto y sin proponérnoslo a los puentes levadizos, el Barrio Rojo, la Plaza Dam... Y como andábamos de paseo, nos las dimos de fotografos (sorry Gio) y tratamos de darle a la arquitectura, el canal y la bici
¡¡Estamos en Amsterdam!!

Para cerrar el día sólo quedaba conocer los resultados de las apuestas que habíamos estado haciendo desde la mañana: ¿esta vez, tendríamos compañe@s de pieza?

Pijtje

Sí tuvimos compañeros, lo que por un lado fue un alivio, porque por fin podríamos derribar todos los mitos que nos habíamos estado imaginando de las piezas compartidas: los ronquidos, los olores, las llegadas tardes despertando al resto, la utilización de la ducha con vitrina que había adentro de la pieza... Finalmente, ambos eran bastante piolas, casi no nos hablamos, y se fueron temprano, o sea plop!

Luego de eso, partimos a Begijnhof, un pequeño hof (patio) de Amsterdam que queda en la calle Kalverstraat. La gracia es que desde 1389 fue habitado por begijns, unas religiosas que se dedicaban al trabajo comunitario, obviamente con voto de castidad y todo eso

¡¡Puras holandesas solitas!!
Esta comunidad pasó por todas las gamas del cisma religioso inglés, desde el calvinismo, presbitenarismo, protestantismo... en fin, las ramas de la iglesia inglesa.

El lugar es privado pero dejan entrar turistas, eso sí, prohiben las fotos y todavía se respiran aires de retiro y reflexión, a pesar que la última de la Beguinas murió en 1971 y el hof fue reformado en 1997. Antes todas las casas eran de madera pero los incendios hacían de las suyas, así que ahora la única que queda es la negra que aparece en la foto, llamada Houten Huis.
Luego de tanta introspección no había nada mejor que un paseo diurno por el Red District o De Wallen (como diría un Amsterdanés). Allí pudimos ver a las honorables "putas" o trabajadoras sexuales ventilando sus partes íntimas, camastros y pilchas al frío sol del Amstel. Mientras, los cisnes del Canal Oudezijds Achterburgwal lamían sus plumas, luego de una noche de arduo trabajo... Una onírica imagen de cisnes y putas, ambos igual de delicados.

Las mujeres del sexo no permiten que se las fotografíe, pero podemos constatar que son muy trabajadoras y desde temprano están en sus vitrinas, aunque en los turnos de mañana y tarde son las peorcitas... ¡¡las de la noche la llevan!! Para lamentos de Claudia y algunos amigos, el comercio sexual de putos, travestis o gays no ha prendido y en el Barrio Rojo casi sólo hay mujeres y unos travestis bien operados.

Otra gracia De Wallen es que diferentes tipos de servicios, se van congregando por sectores. Así, en la calle principal están las vitrinas de nórdicas, al final hay un espacio latino, en unas laterales las asiáticas y otro de mulatiñas y negras... o sea, es posible pegarse un tour sexual probando las tendencias coitales de cada raza.

En todo caso, aparte de sus usos orgiásticos, el Barrio Rojo es bastante bonito, antiguo y con bonitas vistas y, bueno, los cisnes siguen dándole un toque... ¡No hay cisnes en otros canales, sólo patos!

De ahí, pasamos por el Grasshopper para prepararnos a subir a un bote que nos llevaría a recorrer los canales de Amsterdam y el Jet hi (el río que separa el centro histórico de la ciudad nueva).

Los botesitos valen al pena, pasan por canales estrechísimos, están calefaccionados y muestran algunas curiosidades de la ciudad como las casas ilegales del Amstel o que todos los departamentos tienen en la parte más alta un gancho para subir las cosas, ya que como los holandeses no son tontos, todo lo entran por la ventana (Todas las fachadas terminan en punta y en su cúspide está el famoso gancho)Luego del paseo en bote, quisimos volver a algunos de los lugares visitados, pero a pie. Lo malo es que, como ya deberíamos haber aprendido, ubicarse en esta ciudad no era tan fácil, así que nos pasamos horas caminando para encontrar una feria libre que nos había parecido interesante desde el canal, pero que al llegar descubrimos que no valía tanto la pena... Igual, no nos podemos quejar de perdernos en las calles de Amsterdam!.

De ahí, el hambre estaba haciendo estragos, así que recordamos la fama de los holandeses con el queso y decidimos sentarnos al borde de un canal a comernos un pedazo de Gouda añejo y un Edam (Los mejores quesos holandeses). Ahí, en un pequeño descanso y con esa vista, uno se puede dar cuenta dónde está parado y el camino recorrido...
Terminado el break, nos dieron ganas de ir al Hortus así que emprendimos la marcha. En el camino nos llamaron la atención las escaleras para bicicletas, así que las fotografiamos... Esto sí que es pensar en todo ¿o no?En fin, el Hortus Botanicus Amsterdam es el jardín botánico de la ciudad, fundado en 1638, por lo que es uno de los más antiguos del mundo. La idea inicial era un Hortus Medicus o jardín de hierbas medicinales, pero en la actualidad es un museo viviente, con más de 6.000 especies de plantas. Para estar aquí, las plantas deben cumplir con exigientes requisitos, como ser de procedencia salvaje, haber sido recogidas en un entorno natural y contar con los datos del sitio donde se han encontrado. Lo más impresionante del Hortus es el invernadero de los tres climas, con una zona tropical, una subtropical y una desértica, donde conocimos la Welwitschia mirabilis, una planta del desierto de Namibia que puede vivir más de 2.000 años y durante todo ese tiempo sólo produce dos hojas. Estas hojas se van enrollando a lo largo de sus veinte siglos de vida, formando dos moños...

Otra de las curiosidades del Hortus Botanicus es el criadero de mariposas. Es como una pieza que cuando uno entra revolotean un montón de mariposas... cosa a la que uno no está acostumbrado, habitualmente las mariposas se escapan, pero en este caso se te acercan ¡Merece la pena!

Por la tarde de ese día salió el Sol, cosa que le cambia bastante la cara a Amsterdam.

Nos imaginamos que en Verano la ciudad debe ser más hermosa aún, con tulipanes en las terrazas, más gente en las calles, más calorcito y mayor luminosidad.

Avanzando el día, ya se aproximaba nuestra próxima aventura: arrendar unas bicis y dárnosla de Amsterdaneses.

Y así no más fue, por unos 15 eu (10 lucas) uno puede arrendarse una bici por todo un día, todo un placer para andar Pedaleando de Noche. Aparte que la ciudad está llena de ciclovías o carril-bici como diría un españolete, los autos escasean y... ¡Ná que ver, venir a Amsterdam y no andar en bici!Y qué mejor que darse una vuelta por la Plaza Dam cuando ya no quedan ni palomas... (Ojo que en la mañana descubrimos que las palomas no se comen el borde del pan de molde que les dejan ¿Será un cosa de las palomas primer mundistas, de las holandesas o de toda la familia Columbidae?) O por el Barrio Nieuwmarkt, un antiguo barrio judio, y la casa de Waad, una antigua puerta de la ciudad medieval. Tanto pedaleo nos dio sed, y por casualidades de la vida entramos a un Bar a pasos del hostal que bautizamos como El paraíso de la Chela o Leeuw Bier como realmente se llama. Es un bar familiar que lo atiende el padre, el hijo o el otro hijo, donde se puede encontrar toda esta carta de cervezas, algunas de ellas con 12° de alcohol... (O sea la báltica... puáj!!). Buscamos la escudo, la única-grande-nuestra y ná... la más conocida era la "Coronita".Comenzamos con una cerveza de barril, y recién ahí reparamos en la carta de chelas. Inmediatamente elegimos la más fuerte. Su nombre fue muy difícil de pronunciar: una Pijtje (léase paijt-je con "j" de escupo). Nos parecía inverosímil que una chela tuviera 12°, pero era "velda" y el barman nos advirtió que había que beberla "al toque" o si no el alcohol se evaporaba... , era exquisita.

Luego ya pedíamos recomendación y nos trajeron una típica de Amsterdam algo frutillosa. Para seguir, nos metieron miedo con la mejor cerveza del mundo: Trappist Westvleteren 12, una cerveza belga, que como buena mina rica es difícil de conseguir y solamente hacen algunas botellas al año... el botellín de 330 ml. sale como 7 lucas... y bueno, era ahí o nunca... era más que exquisita ¡¡y negra!!

Luego cayeron otras, inclusos algunos regalos... Sólo recordamos que la cerveza es un producto típico de órdenes religiosas... ¡¡menos mal que no aceptamos la Delirium Tremens!! Con tanta energía en el cuerpo nos dieron ganas de conocer la oscura noche del Amstel.Y no faltó el hermano que nos avivó la cueca...La cosa es que terminamos paseando por el Red District de noche y en bici, uno manejaba y el otro sapeaba desde atrás, menos mal que no nos hicieron la alcoholemia. ¡Quién se la hace!
Ahora, ojo con algunos adornos y líneas de tranvía que pueden provocar accidentes.

Como si fueramos Amsterdaneses

En nuestro recorrido de día pasamos por el Molino de Viento De Gooyer, que queda en el límite de la ciudad antigua. Este molino es una de las pocas muestras que quedan del típico Molino de viento Holandés, porque la verdad, es que no se han preocupado mucho de mantenerlos.
De ahí aprovechando nuestro nuevo medio de transporte, nos fuimos al Oesterpark, un parque alargado con río... seguimos imaginándolo en verano.También pasamos por el museo Nemo, como el MIM pero holandés... no entramos pero la vista la llevaba
Junto al Nemo se encuentra El Amterdam, un velero insignia de la Dutch East India Company, o sea la compañía holandesa de comercio. Este velerito lo usaban para comerciar con Asia en el sXVII, cuando Amsterdam era el centro comercial de Europa con las Indias y hasta con América.

En el Amsterdam se puede visitar todo, desde las letrinas y camarotes, hasta las bodegas, incluso uno se puede servir una cena en el comedor del capitán.

Luego del Amsterdam pedaleamos a través del Barrio Jordaan, menos turístico pero igual de típico, hasta llegar al Vondelpark, uno de los parques más grandes de Amsterdam, nuevamente lleno de árboles, museos y su río.

El Vondelpark queda entre la nueva y la vieja ciudad, por lo que es un pasadizo que se utiliza habitualmente. Hay horas en que está lleno de madres y padres que recogen a sus hijos del colegio (obviamente en bici), oficinistas que van a almorzar a sus casa (en bici) o turistas (que han arrendado una bici).

De ahí, volvimos al centro de la ciudad. Recorrimos una y otra vez las calles circulares de Amsterdam. Se nos acababa el tiempo de las bicis y queríamos pasear todo lo que se pudiese. Cuando finalmente devolvimos nuestras queridas cletas, consideramos que era apropiado premiarnos con un Berlín en Amsterdam. Esto, porque habíamos visto carritos en las calles, bastante concurridos, donde la gente pasaba a comprar su merienda diaria, y como ya nos sentíamos unos Holandeses cualquiera, qué mejor que seguir la tradición del Berlín... Lo único, es que hay que aprender a comerlos sin respirar para no espolvorearse la ropa con azúcar flor (ahí mostramos la hilacha). En todo caso, la parka con azúcar valió la pena porque eran demasiado ricos.

También aprovechamos de visitar la loca Leidseplein por la noche. A esa hora se entiende lo famosa que es esa plaza. Cantantes, actores, raperos, un tenista, malabaristas y unos chilenos que se creían amsterdaneses y andaban con el poto adolorido por el sillín de la bici. Antes habíamos visto una pista de patinaje sobre hielo, pero o estaba vacía o llena de niños. Sin embargo, a esta hora estaban los bacanes.

Obviamente, nosotros teníamos que estar allí, y sin saber una gota de patinaje en esta superficie, nos lanzamos al ruedo. A algunos nos costó 30 segundos, a otros, 15 minutos... pero fuimos las estrellas. Si no fuera por un Amsterdanés antisocial y malandra, la Claudia no habría probado el sabor del hielo. Ojo que después, él se juraba amigo de Felipe a pesar de que cuando botó a la Claudia, Felipe le mostró la cortante y lo dejó cayeuqui. En fin, progresamos tanto que incluso terminamos haciendo carreras, aunque había dos locos que se deslizaban de una manera impresionante!!

La despedida ya se acercaba y volvimos a nuestro bar, tratamos con Molen Tropel y Timmerman, pero volvimos a la grandiosa Pijtje para finalizar con la gloriosa Bush Ambar, una chela belga con sabor a coñac y 12°, que hace algunos años era la mejor del mundo... (esta si se encuentra en el jumbo)
Volvimos a nuestro hostal y pensamos que pasaríamos la noche solos, pero cuando ya estábamos durmiendo, llegó uno y luego otro compañero de cuarto. Uno preguntando, la otra roncando y hablando dormida... se cumplieron los mitos de la pieza compartida... pero ya daba lo mismo...

¡Amsterdam fue nuestra!
Esperamos volver en Verano