Paseando por la ría obviamente nos dirigimos al Museo Guggenheim, una parte de la red de museos de arte moderno de la fundación Solomon R. Guggenheim. Este edificio diseñado por Frank O. Gehry ("mostro" de la arquitectura), inaugurado en 1997 y que pareciera ser un barco o hasta una carabela, concluye toda una modernización y re-diseño urbano de la ría de Bilbao planteada por el arquitecto César Pelli (página para ver arquitectura). Este modelo urbano le da todo un encanto al Bilbao moderno, que lo alejan de la ciudad industrial que era.
Los bilbaínos tienen toda una onda media revolucionaria: sus fondas usaban mucho graffiti y se escuchaba música algo punky. Según Claudia existe un corte de pelo vasco (algo amachetado corto arriba y casi changuera) y la estética que se lleva no tiene nada que ver con Zara sino más bien con la del barrio Bandera.Recorriendo los alrededores del río uno se encuentra con plazas con suelo de poliuretano y perros gigantes de flores ¡Nada que envidiarle al reloj de flores de Viña!Finalmente, por esas casualidades de la vida, mientras volvíamos, un vasco nos preguntó la hora y luego nos comentó que estábamos bien ubicados para ver los fuegos: justo nos encaminábamos a pasar sobre le puente del Guggenheim.De allí, la fiesta estaba sólo a unos pasos, y más aún si ya estaban regalando la cerveza.
Al otro día nos dirigimos a Portugalete sólo porque allí existe un puente colgante... literalmente colgante, construido en 1893 y que es Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO.El dichoso puente es una plataforma que cuelga desde la estructura metálica y se mueve por engranajes, por lo que es el primer transbordador del mundo. Obviamente, viendo los fierros cae de cajón que algo tuvo que ver Eiffel... en este caso, sólo puso la fábrica.
El sentido de crear un puente así y no como los habituales es que la ría de Portugalete es utilizada por grandes barcos que necesitan la vía libre, de modo que la mejor solución era un puente de este tipo y no levadizo.DONOSTIA (San Sebastián):
El Sol, la playa y el Verano nos llamaban a gritos y qué mejor que disfrutarlo en la playa La Concha de... ¡Donostia! o sea San Sebastián. Su nombre describe perfectamente la forma de tan famosa playa: una elipse en forma de caparazón de Vieira (Ostión). Esta ciudad, lugar de veraneo de María Antonieta, es como la Playa La Herradura de La Serena pero glamorosa (Por eso la pinta de Claudia).
Allí, a punta de baguet con chorizo deambulamos por la ciudad y nos aconsejaron ir a un borde de la playa donde está la famosa escultura "El Peine del Viento" de Chillida. La gracia de esta obra, no son solamente esos pinches que se ven en la foto. También simulan un "piuquén" o "bramador" como el natural que hay en Los Molles. Acá fue diseñado por el artista. Explicando un poco: hay unos hoyos en la explanada por donde sale el aire que sube por presión de las olas. La cosa es que todo español que visita Donostia desea retratarse en "El Peine del Viento de Chillida".Como queríamos sacar una foto donde se apreciara en toda su dimensión la grandiosa Concha Donostiarra, nos fuimos al Monte Igueldo donde hay un funicular que sube a la cima.. Como el pasaje costaba 2 eu. decidimos subir "andando". Grande fue la sorpresa cuando llegamos a la cima e igual cobraban 2 eu. por entrar... La rabia e impotencia carcomió nuestros espíritus y más aún cuando entramos en un aburrido parque de diversiones donde te cobraban por ir al baño y casi por respirar.
Pero bueno, la vista valía la pena, aunque por cagaos nos pegamos la media caminata.De allí había que descargarse de la rabia por lo que nos fuimos de tapeo y marcha por el Barrio Viejo, a pasos de nuestro hostal. Allí nos encontramos con la máxima expresión del arte de los pinchos, unas delicias marineras increíbles, con diseño gurmet incluido...
Lamentablemente Donostia no es una bagatela y por su gran turismo y cercanía con Francia (25 km.) pueden darse el lujo de cobrar lo que les dé la gana, aunque, de verdad, los pinchos lo valen. Lástima que no pudimos sacar fotos ya que la baba y los jugos gástricos hicieron estragos.
Otra peculiaridad increíble es que como los bares son tan pequeños y en Verano están abarrotados, los comensales deben salir a la calle. Así, toman su plato, recogen sus pinchos y se los sirven en la calle junto a su cañita. Cuando terminan, ingresan al bar, se dirigen al cantinero y en un máximo acto de estúpida honestidad confiesan su pecados gúlicos ¡¡Y los pagan!!.
Nos imaginamos el "éxito" que tendrían estos negocios en Chile.
Aquí se pueden apreciar las particulares costumbres ibéricas en el Bar: todo se bota al suelo (mientras más sucio mejor)... total hay alguien que lo limpia. Lo mismo ocurre en las calles y hasta en los pasillos de los edificios.Después de tanta cañita y babeo con los pinchos nos fuimos de juerga-dura en Donostia, rodeados de gringos, franchutes y uno que otro etarra camuflado...
Durante la noche recordamos que fuimos a un bar donde la garzona nos dijo que ella no nos iba a atender y trajo a una chilena. La cosa es que el bar (de pinchos) era de un chileno y trabajaban puros shilenos. Estaba en la plaza mayor del barrio viejo y era bien pijo. Gracias a nuestra cuna nos ganamos 2 jarras de cerveza.
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