Tostao por el descenso del Sella nos fuimos hacia la porción Sur-Oriental de los Picos de Europa, adentrándonos en Cantabria. Con lo primero que topamos fue con un estrechísimo camino que subía desde Santa Marina de Valdeón hasta Posada de Valdeón. Estos son unos pueblos perdidos e ínfimos donde nada hace recordar que estamos en un país industrializado, lo que les da un toque rústico especial.
En esta parte se observan algunos de los Picos y el paisaje tipo Heidi que los rodea. Aunque para nosotros, acostumbrados a las montañas, estas cumbres rocosas que no llegan a los 2.700 mts. no son nada del otro mundo, pero el entorno le da mucha onda. Aparte que hace casi un año que no veíamos nada de cerro: ver una montañita para un chileno es como estar en casa, si le tiramos un poco de humo ya es el hogar-dulce-hogar.
Ojo que la Comunidad Autónoma de Cantabria, con su capital Santander, esta súper orientada al turismo, vale la pena ir a una de las oficinas de información donde te llenan de folletos y de cuanto dato freak exista sobre la zona.
Luego de todo un día por los cañones de los Picos de Europa erosionados por los ríos Dobra, Sella y Deva, llegamos a nuestro destino: La Vega de Liébana, el mejor lugar para comenzar a celebrar los "32 veranos diferentes".
Para empezar, justo pasaban por ahí el peliculón "sz-rrek de tir" (pronunciación española de shrek the third). Al aire libre, con la guena pantalla y ampli.
Por las curiosidades del clima, una borrasca hizo de las suyas cuando Shrek recién convencía al supuesto heredero de asumir la corona. A pesar de los truenos, relámpagos y que el agua se colaba entre nuestras bragas, nos armamos de paraguas y vimos completo el peliculón.
¡Toda una experiencia!, algunos se subían a sus autos y los aparcaban cerca de la pantalla para ver la obra, pero nosotros no claudicamos frente a Frey o Tlaloc (dioses de la lluvia)
Obviamente, con el alma empapada no quedaba otra que calentar el cuerpo y qué mejor que seguir celebrando los "32 veranos diferentes " con un Orujo, que no es otra cosa que un aguardiente (50°). De ahí seguimos con el licor de manzanas y hasta un puro saltó por ahí. Es que al igual que a Anibal Smith y Mario Santos: nos encanta cuando un plan resulta.De ahí, recibir la llamada del "compadre" entre los Picos de Europa sellaría el inicio de las celebraciones.Al otro día, sin mayor percance, nos dirigimos a Fuente De, un teleférico que asciende más de 800 mts, en ocasiones casi verticalmente y que suele tener miles de visitantes diarios. Por fortuna llegamos temprano y sin casi hacer cola subimos sin pensar en la escotilla.Desde abajo apenas se ve donde está la estación terminal y se aprieta la tripa (la guata) cuando un viento menea el artefacto de lado a lado.
Pero las vistas valen la pena y sobretodo sacarse una foto en una terraza en donde uno queda literalmente en el aire con el despeñadero a los pies.Desde Fuente De, nos fuimos a Castro Urdiales, solamente siguiendo nuestro instinto: un pueblo costero chico y cercano a Santander. Esos datos nos hacían suponer productos del mar, pero también habíamos sido informado que allí se comía un plato típico de Cantabria: Caracoles de Huerto.El comer Caracoles de Huerto (de tierra para nos. o helix pomatia para los malacólogos o helicultores) se transformó en uno de los ritos para celebrar los "32 Veranos diferentes" y OJO que la temporada de caracoles es en Noviembre y casi nos quedamos sin degustarlos.
La cosa es que lo mejor de los caracoles es la salsa picante que los acompaña. El asunto se come con unos mondadientes grandes y largos que se meten a la concha y atraviesan al bicho, el que sale fácilmente de su caparazón mostrando todas su babosidades y cachitos incluidos para recalar en la boca del comensal... El plato es caro y no muy sabroso pero el orgullo de superar la nausea merece la aventura.
Ahora lo recordamos con cierto revoltijo estomacal y hemos instalado una planta de acogida de caracoles en problemas en nuestro estrecho piso.
Para quien desee, aquí va la receta para cocinar Caracoles de Tierra.El asunto de comer los benditos caracoles era peor aún teniendo en nuestras narices todo un abanico de bonitos, besugos, merluzas, mejillones y cuanta tapa quisiéramos. Más cuando por el precio del plato de caracoles (unas 14 lucas o 20 euros), nos abríamos zampao unos 10 pinchos
Ojo que la Comunidad Autónoma de Cantabria, con su capital Santander, esta súper orientada al turismo, vale la pena ir a una de las oficinas de información donde te llenan de folletos y de cuanto dato freak exista sobre la zona.
Luego de todo un día por los cañones de los Picos de Europa erosionados por los ríos Dobra, Sella y Deva, llegamos a nuestro destino: La Vega de Liébana, el mejor lugar para comenzar a celebrar los "32 veranos diferentes".
Para empezar, justo pasaban por ahí el peliculón "sz-rrek de tir" (pronunciación española de shrek the third). Al aire libre, con la guena pantalla y ampli.
Por las curiosidades del clima, una borrasca hizo de las suyas cuando Shrek recién convencía al supuesto heredero de asumir la corona. A pesar de los truenos, relámpagos y que el agua se colaba entre nuestras bragas, nos armamos de paraguas y vimos completo el peliculón.
¡Toda una experiencia!, algunos se subían a sus autos y los aparcaban cerca de la pantalla para ver la obra, pero nosotros no claudicamos frente a Frey o Tlaloc (dioses de la lluvia)
Obviamente, con el alma empapada no quedaba otra que calentar el cuerpo y qué mejor que seguir celebrando los "32 veranos diferentes " con un Orujo, que no es otra cosa que un aguardiente (50°). De ahí seguimos con el licor de manzanas y hasta un puro saltó por ahí. Es que al igual que a Anibal Smith y Mario Santos: nos encanta cuando un plan resulta.De ahí, recibir la llamada del "compadre" entre los Picos de Europa sellaría el inicio de las celebraciones.Al otro día, sin mayor percance, nos dirigimos a Fuente De, un teleférico que asciende más de 800 mts, en ocasiones casi verticalmente y que suele tener miles de visitantes diarios. Por fortuna llegamos temprano y sin casi hacer cola subimos sin pensar en la escotilla.Desde abajo apenas se ve donde está la estación terminal y se aprieta la tripa (la guata) cuando un viento menea el artefacto de lado a lado.
Pero las vistas valen la pena y sobretodo sacarse una foto en una terraza en donde uno queda literalmente en el aire con el despeñadero a los pies.Desde Fuente De, nos fuimos a Castro Urdiales, solamente siguiendo nuestro instinto: un pueblo costero chico y cercano a Santander. Esos datos nos hacían suponer productos del mar, pero también habíamos sido informado que allí se comía un plato típico de Cantabria: Caracoles de Huerto.El comer Caracoles de Huerto (de tierra para nos. o helix pomatia para los malacólogos o helicultores) se transformó en uno de los ritos para celebrar los "32 Veranos diferentes" y OJO que la temporada de caracoles es en Noviembre y casi nos quedamos sin degustarlos.
La cosa es que lo mejor de los caracoles es la salsa picante que los acompaña. El asunto se come con unos mondadientes grandes y largos que se meten a la concha y atraviesan al bicho, el que sale fácilmente de su caparazón mostrando todas su babosidades y cachitos incluidos para recalar en la boca del comensal... El plato es caro y no muy sabroso pero el orgullo de superar la nausea merece la aventura.
Ahora lo recordamos con cierto revoltijo estomacal y hemos instalado una planta de acogida de caracoles en problemas en nuestro estrecho piso.
Para quien desee, aquí va la receta para cocinar Caracoles de Tierra.El asunto de comer los benditos caracoles era peor aún teniendo en nuestras narices todo un abanico de bonitos, besugos, merluzas, mejillones y cuanta tapa quisiéramos. Más cuando por el precio del plato de caracoles (unas 14 lucas o 20 euros), nos abríamos zampao unos 10 pinchos
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